Un viaje personal: mi búsqueda por parte de mis raíces (I Parte)

English Version: A personal journey: my search for part of my roots (Part 1)

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Mientras comienzo a escribir estas notas, salió en las noticias que dos niños mapuche habían asistido a un procedimiento legal siendo esposados. Esto es, por supuesto, indignante. Estoy indignado. Pero es sólo el último episodio en una historia de violencia.

El pueblo mapuche vive en el sur de Chile y Argentina. Históricamente, la máxima extension de territorio que ocupaban comenzaba en Bahía Blanca, en la costa del Atlántico, hasta la costa del Pacífico en Chile. Antes, cuando llegaron los españoles, su idioma se hablaba desde Coquimbo a Chiloé, es decir, aproximadamente 1500 kms. Ahora, in embargo, el territorio mapuche está restringido a reducciones1, que salpican un área que es como una sombra de lo que fue.

Y sin embargo, allí viven. Y, aunque su idioma se erosiona rápidamente con la penetración del español, la cultura chilena, la televisión, internet y el prestigio inherente de la lengua oficial, el idioma mapuche todavía existe, se habla y se están haciendo intentos de revivirlo en áreas donde se perdió, como en Santiago.

Porque, por raro que parezca, en Santiago el idioma mapuche se perdió no una vez, si no dos. Se perdió cuando el pueblo mapuche del valle de Santiago o bien murió o fue asimilado culturalmente, y se perdió de nuevo en el sigo veinte, cuando grandes cantidades de gente se fueron del campo a las ciudades, en particular la capital. Aquí, llegaron muchos mapuches escapando de la pobreza. Pero no le enseñaron a sus hijos su idioma. Los hijos lo escucharon, por supuesto, y muchos tenían un buen nivel en él, pero a su vez, tampoco le enseñaron el idioma a sus hijos. Y lo perdieron. Mayormente lo perdieron. A la mayoría no le importó, pero a algunos, unos pocos, quedaron como pendiendo de un hilo. Y se hicieron amigos de algunos mayores, lo que eran más jóvenes que sus abuelos, pero tenían un excelente manejo de los detalles del idioma y, más importante, fueron testigos de su pérdida. Y comenzaron a enseñarlo. Algunos siguen haciéndolo.

La generación más joven ha aprendido algo de mapuche. ¿Por qué? Por amor a su idioma, a su cultura, a sus ancestros. Pero, y esto es completamente una opinión personal, mucha gente busca una identidad que crean ellos mismos. Lo que quiero decir es que mucha gente crea una identidad mapuche que algunos mapuches más antiguos no pensarían necesariamente que es mapuche. Mucha gente más joven no está suficientemente informada, no ha aprendido lo suficiente de su cultura y están dispuestos a recrearla.

Un ejemplo de esto: algunas organizaciones mapuche están enfocadas en hacer cosas. Y está bien, es algo bueno. Pero cuando haces demasiadas cosas y eso se convierte en tu foco, pierdes. Pierdes lo que los mapuche llaman el ngutram, la conversación, el hablar en que escuchas realmente a tu camarada, tu hermano, tu peñi. Algunas organiaciones se convierten casi en una empresa, una industria dedicada a participar en reuniones, celebrar —públicamente— algunas festividades mapuche, vender algo de merchandising en stands de folklore y a veces emitir un grito débil por la libertad de los mapuche. Eso pasa. Me pasó a mí.

Pierdes. Hay mucha más riqueza en la cultura mapuche y en el pueblo mapuche cuando vas lo más cerca posible a la fuente. El pentukun, el ngutram, estas formas ritualizadas de comunicación descansan en cimientos muy sólidos: el aspecto más importante de la cultura mapuche es que debes convertirte en un che, una persona. Y lo haces a través del respeto, de escuchar, de tener pensamientos limpios, de preocuparte por otros, ser parte de la naturaleza y muchos otros aspectos de la misma idea. Debes comunicarte con tus semejantes, debes esuchar y ser oído. Y eres sólo un pequeño lunar de la naturaleza. Pídele que te ayude a curar tu enfermedad, agradécele por lo que te da.


  1. Lof, en mapudungún. 

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